Hoy teníamos prevista la excursión con China Highlights a la Gran Muralla, pero nuestra persona de contacto en la agencia nos advirtió el día anterior que se aproximaba un tifón a Pekín y que la muralla se encontraba cerrada porque parece ser que “puede resultar peligroso” con intensa lluvia. Así que acordamos retrasar la excursión y tras reorganizar nuestra agenda (incluida la cancelación de las entradas que teníamos reservadas por internet para el día siguiente a la Ciudad Prohibida, puesto que lo adelantaríamos a hoy), salimos del hotel sobre las 8:30 con las pilas cargadas (hoy iba a tocar caminar bastante)… y la mitad del día con el paraguas!
La primera parada sería la Plaza de Tiananmen, la segunda plaza más grande del mundo y escenario de hechos históricos como la proclamación de la República Popular de China por Mao Zedong en 1949 y la violenta represión a la revuelta estudiantil contra ese régimen 50 años después. Llegamos antes de las 9:00 y ya había muchísima gente. Para acceder a ella hay controles de seguridad que piden incluso pasaportes. Esto no lo habíamos anticipado y los habíamos dejado en la caja fuerte del hotel, pero afortunadamente llevábamos una foto de los mismos en el móvil, y pareció suficiente.
Ya dentro de la plaza, nos fuimos acercando hasta el centro de la misma, donde acababa la cola (de turistas/peregrinos chinos) para entrar a la tumba de Mao. A primera vista no parecía una cola demasiado larga y parecía avanzar rápido. Lo segundo podía ser cierto, pero según íbamos avanzando por uno de los laterales del edificio comprobamos que la cola realmente lo bordeaba, así que si en algún momento se nos ocurrió entrar a visitarlo, inmediatamente se disipó esa idea. Hay que decir que, como era de esperar por el anuncio de tifón, estaba lloviendo muchísimo, pero no parecía amedrentar a los locales deseosos de, por tributo o curiosidad, ver el cuerpo embalsamado del líder de la revolución comunista.
Frente a la Plaza se encuentra la entrada sur del Palacio Imperial, al que accedimos a través de la llamada Puerta de la Paz Celestial (o Puerta de Tiananmen), vigilada por un enorme retrato de Mao en homenaje al discurso de proclamación de la República que pronunció desde ella. Las dimensiones y las restricciones de acceso (reservado sólo a la familia imperial hasta comienzos del S.XX) de este recinto bien le merecen el nombre de “Ciudad Prohibida”. La verdad es que con el cambio de planes por el tifón, al no haber podido sacar las entradas por internet con anticipación para este día y por los comentarios que habíamos leído previamente, temíamos encontrarnos largas colas en las taquillas pero afortunadamente no fue así. Aquí también nos pidieron pasaporte, pero de nuevo con la foto que llevábamos en el móvil fue suficiente. Cogimos dos audioguías por 50¥ cada una (aquí no requerían fianza como en el Palacio de Verano, pero igualmente no funcionaban del todo bien).
A pesar de la lluvia y la aglomeración de turistas (casi todo chinos), pudimos disfrutar la visita de una sucesión de puertas, plazas y salones, cada cual más espectacular, y tras algo menos de dos horas, salimos por la puerta norte dispuestos a subir la Colina del Carbón (Parque Jingshan) situada justo enfrente. Hay distintos itinerarios bien señalizados en el parque para el ascenso. Nosotros optamos por el más recto y, por lo tanto, más empinado, a través de unas escaleras rodeadas de vegetación, pero no resultó demasiado duro (eso sí, ojo a los mosquitos) y las vistas panorámicas desde arriba de la Ciudad Prohibida merecen la pena.
Bajamos de la colina por un camino distinto para salir por la puerta este e ir rodeando el parque hacia el norte y parar a comer en el restaurante Man fu Lou (bastante bien valorado según tripadvisor), pero lamentablemente le encontramos cerrado. No nos dio la impresión que fuese por el día/hora, sino que parece llevar bastante tiempo cerrado y, consultando posteriormente tripadvisor (donde aun figura como abierto), podría ser así porque los últimos comentarios son de 2017.
Así que con el estómago vacío continuamos andando hasta la siguiente parada: la calle Nan Luo Gu Xiang, un hutong renovado repleto de tiendas. La verdad es que no nos pareció que tuviese demasiado encanto, y tampoco había demasiada oferta de restaurantes, así que finalmente improvisamos y acabamos entrando en uno especializado en noodles sobre las 13:00. Nos dejamos recomendar por el que parecía el responsable del establecimiento, y además de unos noodles pedimos un pescado (tilapia), un batido de coco y una cerveza, todo por 105Y. Nos gustó bastante. El pescado aliñado con las típicas guindillas que encontramos en muchos sitios durante el viaje, super picante, y el batido con las gelatinas en el fondo y galletitas por encima.
Salimos callejeando por los hutongs de la zona y, aunque acabábamos de comer, teníamos una parada obligada prevista en la cervecería Great Leap. Tienen una carta de cervezas artesanas muy amplia, nosotros pedimos un par de pintas que nos gustaron bastante que nos costaron 75¥ (algo caro para ser Pekín, pero este local parece orientado para clientela más internacional).
Continuamos la jornada cogiendo el metro rumbo al Templo de los Lamas, que no nos dio tiempo a visitar el día anterior. Llegamos sobre las 15:30 y tardamos menos de 1h en visitarlo. Se considera el templo budista tibetano más importante que existe fuera del Tíbet, y nos gustó bastante.
Al salir teníamos que coger el metro en la misma parada para volver a la zona de los hutongs donde habíamos comido para visitar las Torres del Tambor y la Campana pero, ya que estábamos enfrente a la calle Guozijian, de la que habíamos leído ser “una de las mejores calles antiguas en Beijing” y en la que se encuentra la entrada del Templo de Confucio (al que no pensábamos entrar porque parece decepcionar a los visitantes, según habíamos leído), decidimos recorrerla y coger una parada de metro más lejana. La verdad es que vimos calles con muchísimo más encanto y, además de suponernos una caminata que empezaba a hacer mella en las fuerzas, nos llevó demasiado tiempo de forma que no pudimos llegar a tiempo (llegamos justo a las 17:00) para entrar y subir a lo alto de la Torre del Tambor, como nos habría gustado. Nos conformamos con las vistas desde abajo, y nos dirigimos inmediatamente a la zona del Lago Houhai. Así como el día anterior vimos que Sanlitun era la zona de fiesta de los occidentales expatriados, Houhai está reservado para los locales. Aunque era relativamente pronto, resultaba muy curioso ver junto al lago la hilera de bares de música en directo / karaokes con las puertas abiertas y los altavoces con un volumen altísimo, tanto que decidimos ni siquiera entrar y sentarnos a tomar algo. También es cierto que tras la caminata del día estábamos muy cansados, y los calcetines y zapatillas aún estaban empapados de la lluvia, así que decidimos volver al hotel.
Tras una ducha y descansar un poco, salimos del hotel con idea de cenar en el mercado nocturno de Wangfujing. Aunque habíamos leído que los puestos de insectos habían sido cerrados por la administración por motivos de salubridad, la verdad es que sigue habiendo varios que venden escorpiones, grillos, gusanos, y hasta estrellas de mar. Muchos de los insectos ensartados vivos que cocinan a la plancha a modo de pincho moruno. Pese a que no hay ningún cartel en inglés, y tampoco parecen hablarlo los tenderos, da la impresión que este tipo de “aperitivo” está más destinado a los turistas extranjeros que buscan “la foto” que a satisfacer los gustos locales, así que como solemos hacer, nos fijamos en los puestos aparentemente más demandados por los locales y fuimos probando: albóndigas en salsa, tortilla de cebolla, pinchos de cordero y cerdo,… Nos apasiona la comida callejera, y no solemos hacer ascos a nada, pero nada de lo comimos en este mercado nos sorprendió.
Salimos del mercado sobre las 22:00 (aún quedaba gente), y regresamos al hotel rumbo a la cama, no sin antes parar a tomar una copa en el bar del hotel (aprovechando que aún estaba abierto, ya que cerraban demasiado pronto: a las 22:30) para despedir un día agotador.